EL LUBRICANTE DE LA MÁQUINA

Nada, o casi nada es casual.

Partiendo de esta premisa, de la que no tengo ninguna duda, pongo en contexto el porqué de esta publicación.

El Banco de Alimentos, como cualquier otra entidad pública o privada, no funciona movido por la brisa marina ni por la caprichosa casualidad; es decir, detrás del logotipo con el pajarito anaranjado que dota de identidad a la causa, hay un grupo humano que, de forma totalmente altruista, se preocupa, investiga, solicita, canaliza, distribuye, gestiona e invierte su valioso tiempo en procurar, en la medida de lo posible, que nadie se quede sin recibir el diario alimento.

Esta mañana estaba reunido, tratando de sacar polvo de lo mojado, un grupo gestor cuya única finalizad es poder ofrecer, más y mejor, el servicio que habitualmente viene ofreciendo. Dentro del complejo engranaje que significa la naturaleza y pervivencia de una entidad así, estas personas son, por decirlo de un modo coloquial, el aceite que lubrica y permite que siga funcionando esta sorprendente máquina de paliar calamidades, y es contando con personas de este talante, de esta bonhomía, como todo fluye y así debe continuar mientras haya hambre y necesidad entre nuestros vecinos y conciudadanos.

Dicho queda.